¿Te has sentido alguna vez arrastrada por la rutina, como si cada día fuera una batalla más que una vida que realmente estás disfrutando? La vida moderna nos coloca muchas veces en situaciones que no hemos elegido conscientemente, y sin darnos cuenta, terminamos viviendo en un estado constante de supervivencia. Te levantas, haces lo que tienes que hacer, pero al final del día sientes que simplemente has sobrevivido.
Te llenas de frustración por lo que no lograste, te culpas por perder la paciencia con tus hijos, aunque son lo más importante para ti. ¿Cómo es posible que te sientas tan desconectada de lo que en realidad valoras? La respuesta es sencilla: muchas veces estamos reaccionando ante la vida en lugar de elegir conscientemente cómo queremos vivirla.
En ese modo de supervivencia, nuestro cerebro nos coloca en uno de estos tres mecanismos:
Luchar: Quieres terminar con todo, pero te sientes constantemente apagando incendios.
Congelarte: Te quedas paralizada, sin saber qué hacer, y el día termina sin haber avanzado.
Huir: Evitas enfrentarte a las tareas y problemas, buscando distracciones para escapar de la presión.
¿Con cuál de estos te identificas?
La solución no está en hacer más, sino en hacer diferente. Lo que necesitamos es introducir un hábito cultivador, uno que nos ayude a reconectar con nuestro yo más auténtico y que reemplace el hábito de la supervivencia. Este hábito debe ser elegido desde un lugar de calma y claridad, no desde la reacción automática que trae el caos.
Recuerdo a una coachi que, sintiendo esta misma frustración, decidió crear un hábito sencillo: planificar su día antes de comenzarlo. Sin embargo, al principio, la planificación era técnica: turnos médicos, lo que iba a cocinar, listas de tareas. Después de una semana, me dijo: “Aliza, me siento igual de frustrada, no siento que haya cambiado nada”.
Nos sentamos juntas y exploramos una nueva forma de planificación. En lugar de enfocarse en las tareas, le propuse que visualizara cómo quería sentirse cada día y quién quería ser. Comenzó a escribir 5 deseos al comenzar su mañana, cosas que realmente quería que sucedieran ese día. ¿El resultado? En dos semanas me escribió: “Aliza, es increíble cómo estos 5 minutos cambiaron todo. Siento que, por fin, tengo el control de mi vida“.
Cuando elegimos un hábito cultivador, no solo recuperamos el control, sino que también recuperamos la alegría y la vitalidad. Volvemos a ser protagonistas de nuestra vida, y no meros espectadores de un torbellino de tareas y responsabilidades.
Así que te invito a elegir un hábito que te llene de alegría, algo que te conecte contigo misma y lo que realmente valoras. Haz de ese hábito una parte esencial de tu día, y verás cómo la vida deja de ser una lucha para convertirse en algo que disfrutas.